No merecías morir

Sabes, aunque pienso en ti la mayor parte del tiempo, de alguna manera puedo afrontar la verdad y aceptar que te has ido. Me digo que debo ser fuerte porque ya no estás aquí para ser fuerte por los dos.

Incluso intento comprender a esas personas que me dicen que Dios siempre se lleva a las mejores personas y que tú eras así. Les creo cuando dicen que me cuidas desde el cielo y que estarías muy orgulloso de mí por todo lo que he pasado.

Pero hay días en los que no puedo aceptar que no estés aquí porque tienes todo el derecho a estarlo. Entonces, me enfado. Me frustro. Me enfado. Y hay tantas emociones malas dentro de mí que a veces creo que voy a explotar.

Porque por mucho que me guste traerte de vuelta, no puedo. Y esa sensación me come viva. Hace que mi cuerpo se estremezca. Hace que mi mente se alborote y no pueda pensar con claridad. Hace que en mi cabeza no paren de surgir diferentes preguntas, y no tengo respuesta para ninguna de ellas.

Y en esos días, me siento tan mal por no poder ser fuerte como tú siempre quisiste que fuera. Siento ser negativa y no poder ver la luz al final del túnel. Siento ser una mala compañía. Siento no haber sido tan fuerte como tú.

Sabes, estoy enfadada porque dejaste a toda esa gente que te quería. Te fuiste aunque no estuviéramos preparados para ello.

¿No sabes que aún hay rostros que necesitan tus besos? ¿No sabes que aún hay pequeñas manos que esperan rodear tu cuello? ¿No sabes que te echo de menos? Todos lo hacemos.Y lo que más me jode es estar en compañía de algunas personas malas que viven su vida perfecta mientras tú estás a dos metros bajo tierra. Y tu hermoso y puro corazón se merecía algo más que un poco de suciedad fría. Se merecía más días y años con tus seres queridos.

Merecías vivir una vida feliz rodeada de tu familia, de tus nietos que saltarán alegremente a tu alrededor mientras intentas darles de comer. Merecías morir mientras dormías sabiendo que estaremos bien sin ti. Que seremos capaces de cuidar de nosotros mismos porque tú nos enseñaste muy bien a hacerlo.

Pero no. No esperaste. Te fuiste sin siquiera despedirte. Te fuiste de forma tan inesperada. Y todavía no puedo creer que no estés aquí. Y tienes todo el derecho a estarlo.

Estoy tan enfadada porque la vida no es justa. Estoy enfadada porque no merecías morir. Estoy enfadada porque nada en tu vida fue justo, y tampoco en tu muerte.

Me duele tanto no poder llamarte y preguntarte por tu día. Odio que te eche de menos todo el tiempo. Odio que cada recuerdo tuyo me haga llorar. Y sobre todo, odio que no estés aquí.

Deberías estar aquí conmigo, diciéndome que no debería llorar, sino reír. Deberías estar aquí para decirme que tengo que ser fuerte porque siempre me enseñaste a ser así.

Deberías estar aquí, para que pueda apoyar mi cabeza en tu hombro como solía hacer después de un estresante día de trabajo. Maldita sea, ¡deberías estar aquí!

Y no importa si creo a la gente por un momento cuando dicen que ahora estás en un lugar mejor, seguiré pensando que todo fue un gran error.

Seguiré creyendo que no deberías haberte ido.

Seguiré creyendo que no merecías morir.

Christine es la autora de «Mirando a los ojos de la ansiedad y la depresión», un libro que cambiará tu forma de luchar contra la ansiedad y la depresión.