La verdad es que cuando te enamoras de alguien, te vuelves ciego.Todo parece perfecto, idílico. Os miráis a los ojos durante horas, os besáis apasionadamente, os reís, el tiempo vuela y sois felices juntos.
Se convierte en todo lo que siempre has deseado y esperas cada segundo a que alguien te despierte de este sueño. Tu vida se convierte en un cuento de hadas en el que te tratan como una reina, hasta que te das cuenta de que no es así.
Yo también vivía en un cuento de hadas. Amaba a alguien que era perfecto a mis ojos. Lo tenía todo. Los modales de un caballero, un lado sensible y un corazón grande y protector. Hacía todo para hacerme sentir especial y me sorprendía cuando menos lo esperaba.
Le amé con todo mi corazón, cuerpo y alma y pensé ¡Esto es! ¡El verdadero amor debe sentirse así! No poder dormir por la noche porque no puedes esperar a que llegue el nuevo día, para escuchar su voz y estar junto a él. Actuar de forma infantil delante del otro porque te sientes como si acabaras de nacer.
Es como si hubieras estado esperando todo este tiempo el momento en que descubrirías la belleza del amor. Sientes que nada puede separarte pase lo que pase porque nunca dejarías que nadie arruinara lo que tienes. Te sientes bendecido.
Hasta un momento en que te das cuenta de que la persona que amas ya no es la misma de la que te enamoraste.
De repente, cambió por completo. Sus acciones ya no eran las del hombre del que me enamoré. Apenas le reconocía. Ya no se esforzaba por hacerme sentir especial como antes.
Al principio, me negaba a creer que todo esto fuera cierto porque temía que alguien me despertara de mi sueño, de mi cuento de hadas. Encontraba constantemente excusas para su comportamiento porque no quería creer que había cambiado. No quería creer que su amor hacia mí se había convertido de repente en algo incomprensible para mí. Algo indiferente que no se parecía en nada a él.
Y entonces, me di cuenta. Cuando le miré a los ojos, sentí frialdad en mi corazón. Como si estuviera mirando los ojos de un desconocido que nunca había visto antes. Me di cuenta de que ya no era la misma persona con la que me había comportado de forma infantil y que me abrazaba tan fuerte que creía que me iba a asfixiar.
Ya no era la persona que se esforzaba por hacer cualquier cosa por mí para hacerme feliz.
Yo ya no era su prioridad. Me había convertido en su opción. Era tan difícil de creer que todo esto pasara por mi cerebro. Era tan difícil aceptar el hecho de que nada volvería a ser lo mismo.
Cuando inviertes todo tu ser en algo que crees que está destinado a quedarse, es difícil pensar lo contrario. Es difícil aceptar las migajas una vez que has experimentado lo verdadero.
Lo peor de todo es la sensación de impotencia. Cuando tu mundo se desmorona ante tus ojos y no hay nada que puedas hacer. Desearías poder volver atrás y borrar cada uno de sus besos, abrazos y gestos para que no te recuerden los buenos días que tuvisteis.
Tu cerebro está ocupado por la única pregunta que siempre quedará sin respuesta: ¿Qué ha cambiado? ¿Le querías demasiado para que se asustara de tu amor? ¿Hiciste algo malo que le hizo cambiar de opinión sobre ti? ¿Te convertiste en alguien demasiado difícil de amar? ¿Le pediste demasiado?
Con el tiempo, te das cuenta de que nada de esto es cierto. Tú no eres la razón por la que ha cambiado. La única razón por la que ya no es la misma persona de la que te enamoraste reside en la cantidad de sus esfuerzos. La verdad es que ya no le importa lo suficiente como para tratarte como su reina.
Decidió desechar todo lo que tenías porque no quería seguir construyéndolo. Se convirtió en un extraño que siempre te recordará al hombre que una vez fue. Se convirtió en un recuerdo.
Mi nombre es Romina y llegué a la conclusión de que escribiendo puedo ayudar a muchas más personas. Así que aquí estoy, en onlyligue