Llegaste a mi vida sin invitación.
Ni siquiera te vi llegar, nadie en mi vida te vio llegar. Un día eras un completo desconocido y al día siguiente estaba completamente enamorada de ti.
Era un cuento de hadas de la vida real: nosotros dos.
Teníamos esos momentos encantados, y deseábamos que duraran para siempre. Y cuando nos separábamos, deseábamos que volvieran.
Pero, a veces, Dios o la fe o cualquier fuerza superior que haya interviene y te lleva por un camino diferente.
No ocurrió nada horrible. No pasamos por una tragedia. No me hiciste daño intencionadamente. Los dos queríamos que sólo saliera lo mejor de nuestra relación. Pero las cosas no salieron como queríamos.
En realidad no hay rencor. Sólo estoy triste porque no pudo funcionar. Lo teníamos todo y no fuimos lo suficientemente inteligentes como para utilizarlo. No luchamos por nuestra supervivencia.
Ahora, que ya no estamos juntos, a veces fantaseo con lo que habría pasado si hubiéramos empujado un poco más. ¿Habría sido nuestro «felices para siempre»? ¿Habría sido lo correcto?
Probablemente no.
Siempre supe que todas las cosas suceden por una razón. Nosotros sucedimos por una razón, y nos apoderamos de la existencia por una razón.
Supongo que lo que intento decir es que no te guardo ningún rencor. No te guardo ningún tipo de resentimiento.
En realidad, quiero darte las gracias.
Gracias por darme una de las mejores experiencias de mi vida. Una que apreciaré y recordaré con un poco de pena en mi corazón, sólo porque no terminó bien. Quizás ahora pensemos que nos ha perjudicado. Pero quién sabe lo que nos deparará el futuro.
Gracias por hacerme creer en mí misma y en mi autoestima. Cada vez que dudaba de mí misma, salías a empujar un poco más.
Gracias por desafiarme y hacer que nuestra relación fuera emocionante, llena de altibajos y de todos esos obstáculos maravillosamente difíciles que había que atravesar. Lo único que había que hacer era encontrar la manera de cruzarlos. Era como un rompecabezas, y nunca nos detuvimos hasta que lo unimos todo hasta la última pieza.
Gracias por todas las caricias y besos que me diste. Nunca perderé esa sensación cuando me tomaste en tus brazos. En ese momento supe que, pase lo que pase entre nosotros dos, encontraremos la manera de sobrevivir.
Y lo hicimos. Sin embargo, a pesar de que nos queríamos hasta el punto de que nos dolía, nos separamos. Así funciona la vida.
A veces las cosas que parecen tan lógicas son las más incomprensibles.
Lucía, nuestra redactora eventual apasionada por la auto expresión. Le gusta escribir sobre todo sobre el amor, la vida y las relaciones en general.