El lado feo de ser humano es que tú eres el encargado de decidir cuánto vales. Y yo nunca estuve preparado para cargar con tanta responsabilidad.
Me culpé de todo. Me convertí voluntariamente en una víctima porque te tenía en un pedestal. Seguía pensando que era imposible que me hicieras algo malo.
Decidí que yo era la indigna de ser amada y fui yo quien decidió que no soy lo suficientemente digna de ser feliz. Pero me equivoqué. Estaba tan equivocada…
Fuiste tú quien me hizo cuestionar mi autoestima. No dejaba de preguntarme si era lo suficientemente guapa o si me estaba comportando correctamente. Seguía siendo muy dura conmigo misma y me deprimía. Siempre que estaba descontenta por algo, me culpaba a mí misma. Pensaba que siempre era algo que yo hacía lo que te hacía sentir así.
Sabes, ninguna mujer debería dudar tanto de sí misma. Ninguna mujer debería sentir que no es lo suficientemente buena o que no es digna. Ningún hombre debería permitir que su mujer se sienta indigna de su amor.
Nunca se debe culpar a ninguna mujer por las acciones de un hombre, porque, independientemente de lo que haya ocurrido, todos deben asumir su parte de culpa. Me costó un tiempo hacerme a la idea de lo que sabía hace mucho tiempo, pero cuando por fin lo hice, me di cuenta de que no era culpable de todas esas cosas que ponía sobre mis hombros. No era yo la que debía ser culpada por todo el dolor que me había causado. Así que dejé de echarme la culpa a mí misma.
Dejé de cuestionarme qué era lo que había hecho. Dejé de mirarme al espejo y de señalar con el dedo mi reflejo como respuesta a por qué me tratas mal. Dejé de cuestionarme por qué no era suficiente y empecé a darme cuenta de que nunca seré lo suficientemente buena para la persona equivocada, pero siempre seré lo suficientemente buena para alguien a quien le importe de verdad.
Dejé de compararme con las otras muñecas. Sé que nunca podré ser como ellas, pero también entiendo que no debo hacerlo. Porque en mis intentos de ser ellas, me había perdido a mí misma. Y puede que no sea lo que tú quieres que sea, pero un día seré exactamente lo que otra persona estuvo buscando toda su vida.
Dejé de mirarte como si fueras la última creación de Dios. Dejé de pensar que eras perfecta y dejé de ponerte en un pedestal. Dejé de ser la que siempre dobla la rodilla y dejé de aceptar ser una víctima por amor.
Dejé de confundir lo que me dabas con el amor.
Dejé de imaginar nuestro futuro juntos. Dejé de creer que tú y yo íbamos a ser alguna vez nosotros. Dejé de idealizar mi sufrimiento y dejé de confiar en nuestro momento. Porque lo nuestro nunca iba a suceder de verdad. Por mucho que esperara, por mucho que me engañara pensando que el futuro nos traería días más brillantes, nunca estuviste realmente de acuerdo con ello. Renunciaste a mí antes de que hubiéramos empezado.
Así que yo también me rendí. Y me alegro de haberlo hecho.
Siempre fui el tipo de chica que creía en el amor. Siempre fui el tipo de chica que creía en un mañana mejor y en la idea de que la naturaleza humana es cambiante. Pero no lo es. No se puede cambiar. No se te podía enseñar a tratarme bien. No se te pudo enseñar que causar dolor es algo malo cuando disfrutabas tanto haciéndolo.
Tú me causaste la primera herida con tu incapacidad para amarme, pero yo causé todas las demás al creer que las cosas cambiarían. Tú lo empezaste, pero yo lo seguí haciendo. Y las cosas siguieron empeorando.
Decidí dejar de invertir mi amor en algo que no iba a funcionar y salvarme mientras tenía la oportunidad.
Dentro de unos años no me arrepentiré de haberme salvado, pero seguro que me arrepentiría de haberme quedado con alguien que era incapaz de amar.
Lucía, nuestra redactora eventual apasionada por la auto expresión. Le gusta escribir sobre todo sobre el amor, la vida y las relaciones en general.