A la mujer que se perdió por amor

Te enamoraste de él. Con fuerza. De la forma en que sólo te enamoras de uno.

Pensaste que era el que habías estado esperando. Él era el que había estado terminando tus frases. Era el que sabía lo que querías sin que dijeras nada.

Fue el primer hombre con el que pudiste relajarte. Con el que podías ser tú misma. Te apoyaba en tus decisiones. Te decía lo hermosa que eras. Te hizo sentir en las nubes con sólo un beso.

Siempre estaba ahí cuando lo necesitabas, convenciéndote de que era tu refugio, tu persona.

Después de ver que nunca habías sido más feliz con otra persona, decidiste entregarle tu corazón, tu cuerpo y tu alma.Pensaste que era tu «feliz para siempre». Estabas tan locamente enamorada que no viste todas las señales de alarma.

No viste que todos sus abrazos, mientras estabas en compañía, eran para alejarte de tus amigos. No viste que sus besos eran la forma de demostrar a los demás que era él quien te poseía, para que no te coquetearan.

Al decirte que siempre estaría ahí, intentaba decirte que no necesitabas a nadie más que a él. Al hacer todo lo posible para hacerte feliz, sólo intentaba que cayeras en su trampa.

De la que apenas podías salir. Lo hizo todo para hacerte adicta a él. Y eso fue lo que ocurrió. Te enamoraste de él, pensando que no había otro hombre que pudiera hacerte sentir feliz aparte de él.

Confiaste ciegamente en él. No podías soportar estar sin él. Era como el aire que necesitabas para vivir. Él era como una droga que tenías que tomar para mantener la cordura.

Pronto empezó a ser la única persona que podía calmarte, diciéndote mentiras de que te quería y que nunca te engañaría. Sólo cuando demostraste que no podías vivir sin él, empezó el verdadero juego.

Se divertía jugando con tu mente, coqueteando con cualquier chica que apareciera. Te descuidaba pero, de alguna manera, siempre le perdonabas y acababas en su cama. Era un buen actor. Sabía qué decir para meterse en tu corazón y en tu mente. Te lavó el cerebro.

Tu instinto te decía que algo no iba bien, pero no te fiabas. Pensaste que se te pasaría. Pero no fue así. Te perdiste totalmente por un hombre al que no le importabas nada. Te perdiste por lo que él llamaba amor. Pero era cualquier cosa menos amor. Era abuso, maltrato y abandono.

Era una mierda de mente. Pero no querías renunciar a él. Pensaste que cambiaría. Pero nunca lo hizo. Sólo empeoró. Día tras día intentaba un nuevo juego contigo, tratando de ver cuánto podías soportar.

Mientras suplicabas el amor que necesitabas desesperadamente, él se reía en tu cara. Tenía la cara de un demonio. El que disfrutaba de tu dolor una y otra vez.

Hizo todo lo que un hombre puede hacer a una mujer para herirla. Tenías tantas ganas de escapar, pero cada vez que le dejabas, se inventaba alguna excusa estúpida y volvías. Él era tu punto débil y querías que eso cambiara.

Cuando te diste cuenta de que no tenías a nadie más que a él, empezaste a pensar en tu futuro. No querías vivir así el resto de tu vida. No querías sufrir y mendigar amor y atención. Querías sentirte como cualquier otra chica que fuera feliz en el amor.

Sabías que con él nunca conseguirías lo que querías, así que decidiste seguir adelante. Sólo Dios sabe lo difícil que fue para ti dejar a quien lo era todo para ti. Pero sabías que era algo que tenías que hacer para salvarte de una vida pésima.

Pero todo eso ha quedado atrás.

Ahora estás ahí, sentado en tu habitación y mirando por la ventana. No puedes recordar cuándo fue la última vez que te sentiste tan tranquila y satisfecha. Ya no está él para abusar de ti.

Estás sola y por fin puedes respirar. Incluso la lluvia que cae por tus ventanas parece ahora agradable. Te sientes tan bien en tu piel, feliz por haber escapado de las garras de un monstruo.

La próxima vez, serás más inteligente. La próxima vez, pensarás con la cabeza y no con el corazón. La próxima vez, no te hará daño. ¿Sabes por qué?

Porque será amor. El incondicional.