Siempre fue mejor con los demás de lo que ellos fueron buenos con ella.
Era incluso mejor con los demás de lo que era con ella misma. Y eso no era bueno. Los demás eran su prioridad y pensaba que alguna vez, en algún momento, se encontraría en la vida con todo el amor que derrochaba a los demás.
Pensaba que, en algún momento, el bien que hacía se encontraría con ella, y todo el esfuerzo que ponía en la gente se vería recompensado. Nunca medía lo que daba a los demás. Mientras les hiciera felices, estaba bien. En algún momento, se olvidó de sonreír.
A menudo se quedaba sola.
La gente llamaba a su puerta sólo cuando necesitaba algo. Ella estaba allí para reconfortarlos. Estaba allí para aumentar su confianza y hacer que se sintieran bien consigo mismos, pero a nadie le importaba una mierda cómo se sentía ella.
En cuanto conseguían lo que necesitaban, recogían sus cosas y se iban, dejándola sola. Sin preguntarle si estaba bien. No necesitaba que nadie la atendiera, sólo necesitaba que alguien se preocupara por ella.
Ella era el vertedero de los demás.
Todo el mal, toda la oscuridad y la desgracia que tenían, se la transferían a ella. Era como si llevara un cartel que decía a la gente que ella es un vertedero, así que no duden en contaminar su pureza y su alma buena con sus problemas.
Solía ser la persona más positiva de este mundo. Tenía la sonrisa más brillante, pero la gente tóxica de la que estaba rodeada encontró formas de envenenarla.
Todo el mundo era tan egoísta.
Como si en algún momento de su vida fuera invisible para el resto del mundo. Claro que la gente se fijaba en ella, pero sólo en los momentos en que la necesitaban. Nadie vio su sonrisa falsa y nadie se ocupó de ella.
Sí, era una persona muy acogedora, inteligente y fuerte. Podía soportar la carga de cualquiera, pero sólo hasta cierto punto. Cuando la sobrecargaban, la dejaban sola. Sólo era tan buena como se la necesitaba.
Simplemente no podía hacerlo más.
No podía ser la persona menos relevante para ella misma. No podía anteponer a los demás a ella, porque era evidente que eran tóxicos. Aprendió la lección. No podía dejar que esas personas tóxicas la utilizaran más, así que se suicidó. Mató su lado bondadoso y desinteresado y todos perdieron.
Y entonces aprendió a decir «no».
No, no tiene un momento para ti.
No, ella ya no entiende.
No, ella no puede ayudarte.
Aprendió a ponerse en primer lugar. Aprendió a ser su propia prioridad. Aprendió que cuando no tiene a nadie que la lleve de la mano, lo mejor es meter las manos en los bolsillos y seguir caminando.
Las tornas han cambiado. Ahora, ella es consciente de su valor y es consciente de todo lo que merece. Así que, la próxima vez que te preguntes por qué es tan imbécil, quizá debas preguntarte qué has hecho tú mal.
Mi nombre es Romina y llegué a la conclusión de que escribiendo puedo ayudar a muchas más personas. Así que aquí estoy, en onlyligue